sábado, 12 de enero de 2013

"No digas qué guapa"

Hoy he leído este artículo y éste, y me están dando mucho que pensar.

Resumiendo y simplificando mucho (quizá demasiado) vienen a decir que deberíamos evitar hablar de la apariencia de las niñas, incluso cuando les decimos lo guapas que son.

Su razonamiento tiene sentido. Si cada vez que alguien inicia una conversación con nuestras hijas rompe el hielo diciéndoles lo guapas que son o lo bien que les queda ese sombrero, su percepción será que su apariencia no sólo es importante, sino una de las cosas más importantes, quizá la más importante de todas; pues es de lo primero que todo el mundo habla.

Yo siempre les digo a mis hijas lo guapas que son, porque creo que es importante que se sientan guapas, que se quieran a sí mismas, que tengan un buen autoconcepto. Y es probable que así sea mientras mi opinión sea para ellas la más importante, porque para mí siempre serán preciosas.

Sin embargo, me doy cuenta de que las opiniones de otros irán cobrando más peso que las mías, en el peor de los casos, incluso que de las suyas. Entonces, ¿no sería mejor intentar que perciban el aspecto físico como algo de menor importancia?

Tampoco puedo decir que no sea importante en absoluto, aunque me gustara. El aspecto sigue siendo lo primero que ve el otro y ser una persona atractiva puede, en ocasiones, abrirte más puertas que cualquiera de tus virtudes. Sin embargo, ¿merece la pena estar en un sitio en el que importa más tu físico que tu simpatía, tu salud, tus conocimientos...?

Yo creo que no, y eso quiero transmitir a mis hijas.

No voy a dejar de decirles que son guapas, porque lo son y yo lo sé y quiero que ellas también lo sepan; como quiero que sepan que serían guapas más gordas y más delgadas, con el pelo largo o corto, con vaqueros o vestido... Mis hijas son guapas porque las quiero y eso me hace ver más allá de las apariencias, del peso, la ropa... Son guapas porque saben cuando reírse y cómo hacerme reír. Son preciosas porque me miran con esos ojos que me dicen tantas cosas, sean grandes, pequeños, marrones o grises. Son unos bellezones porque cuando están en la misma habitación se me van los ojos tras ellas. Y lo mismo les pasará a todos lo que las quieran, que el amor no es que sea ciego, es que ve mejor, encuentra las virtudes y lima los defectos.

Pero, además, creo que voy a empezar a tener cuidado, a hablar menos de lo guapas que son y más de lo maravillosas, impresionantes, espabiladas, graciosas, simpáticas y amorosas que son; porque, aunque sean preciosas, todas esas cosas valen más y maduran mejor que la belleza. Igual los años, la enfermedad o los accidentes podrán robarles hermosura según el canon, pero su sentido del humor, su alegría y su felicidad podrán acompañarlas y crecer durante toda su vida.

Es lo que quiero para ellas y voy a esforzarme por transmitírselo.

Ya he empezado a cambiar el "mi niña preciosa" por "mi niña maravillosa/alucinante/divertida"... Y, reflexionando más allá, también "mi chica fuerte" por "mi chica valiente"; y otras cosas que irán apareciendo.

Es un esfuerzo, porque es cambiar un hábito, pero pienso que puede merecer la pena.

Finalmente, me he propuesto no decir a las niñas, ni a los niños, lo guapos que son o lo bonita que es su ropa. Quiero intentar ser esa persona que ve algo distinto en ellos, que hace el esfuerzo de ir más allá del convencionalismo y lo evidente.

¿Os apuntáis al reto?

8 comentarios:

  1. Pues sí, me apunto a tu reto. ;)

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  2. Muchas gracias por tu comentario.

    Estoy segura de que, aunque seamos pocos al principio, podemos cambiar algo en la vida de algunos niños, empezando por los que más queremos: Nuestros hijos.

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  3. Vaya, yo también leí sobre este tema hace tiempo y si, estoy en el reto. Sigo diciendo a las chicas y chicos de mi vida lo guapas y guapos que son, pero también lo especiales, buenas y buenos, listas y listos... Son mi hija de 1 año, 2 sobrinas de 3 y 7 y 1 sobrino de 3. Creo que hay que tener cuidado con el lenguaje, es fácil caer en etiquetas simples y repetitivas... Ya bastante tienen con la presión que destila la tele, películas, series...

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    1. Y no sólo, también en las conversaciones casuales, como cuando decimos cosas como: "¡Uy, cómo has adelgazado!" o "Fulanita ha engordado", como si adelgazar fuera estupendo y engordar algo malo.

      Incluso los juguetes transmiten mensajes muy duros sobre la estética que nuestra sociedad "exige".

      Como dices, hay que tener mucho cuidado.

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    2. Precisamente leí también hace tiempo sobre el exceso de "elogiar" a nuestros hijos... Creo que fue en el blog welivelearning.blogspot.com.es. Era una reflexión muy interesante, aunque he tratado de volverla a encontrar y no lo he conseguido... Muy en la linea de lo que comentas..

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  4. Jiji... Lo encontré. Si lo miras, ya me contarás que te parece:

    http://welivelearning.blogspot.com.es/2012/03/alfie-kohn-cinco-razones-para-dejar-de.html?m=1

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    1. Acabo de leerlo.

      Respondiendo a sendas entradas en los blogs de B aprende en casa y ORCA, escribí esta entrada relativa a este tema que no sé si has leído:

      http://mamavaca.blogspot.com.es/2012/12/bien.html

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    2. Si, ya lo leí en su momento y creo que le comenté a Maribel. Estoy de acuerdo en que debemos ser sencillos y naturales con el lenguaje. También me parecen reflexiones interesantes, que nos ayudan a evaluar si nuestro papel como educadores de nuestros hijos es el correcto..... O si abusamos de alguna muletilla tipo "guapa".....
      :D

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