Cogimos nuestras niñas, nuestras edubolsas y nos metimos en sendos trenes, uno de ida y otro de vuelta, para visitar a los abuelos.
Con dos niñas, el viaje puede ser muy largo, sobre todo cuando la pequeña se tira más de la mitad del trayecto llorando de forma continuada.
La mayor también dio un poco de guerra, pero dentro de lo normal.
Y, cuando la cosa se ponía aburrida o empezaba a complicarse, sacábamos una bolsa y a ver qué había dentro.
Las bolsas tuvieron buena aceptación y no podíamos hacer sólo una porque, al terminarla, pedía otra.
En cuanto a las bolsas en sí, tenemos dos modelos: De congelación con autocierre y de lavadora con cremallera.
Si es para momentos muy concretos, como es nuestro caso, las de autocierre dan el servicio; pero me gustan mucho más las de lavadora, para las que también hay varios tamaños.
Una forma sencilla y asequible de hacer los viajes un poco más llevaderos para todos. ¡Y encina educativos! ¿Se puede pedir más?
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