La adolescencia es un periodo duro en la vida de una persona y de su entorno.
Es una época peligrosa a muchos niveles, porque una persona inmadura empieza a querer moverse en el mundo de los adultos y ser tratado como tal; porque los padres dejan de ser los referentes predilectos y pasan a serlo otras personas tan inmaduras como ellos; porque se confunde la determinación de "yo" con la negación de "tu"...
También es una etapa llena de potencial en la que los chavales están deseosos de demostrar su valía y obtener privilegios.
Lo primero es ser conscientes de con quién estamos tratando: No son niños y se sentirán humillados si les tratamos como si lo fueran. Pero tampoco son adultos y siguen bajo nuestra tutela y responsabilidad.
Es una etapa difícil de gestionar y, una vez más, el diálogo será clave.
Ya no podemos exigir tener sus claves o poder leer sus conversaciones. Si piensan que lo hacemos, se sentirán invadidos y buscarán el modo de excluirnos. Espiarles no es la mejor opción tampoco.
No obstante, sigue siendo una buena idea tener los dispositivos de acceso a internet en lugares públicos de la casa.
Además, tenemos que saber cómo y dónde se mueven. Seguiremos utilizando el control parental en internet mientras sigamos utilizándolo en otros aspectos de la vida. Y, como en la vida, supondrá conflictos y luchas. Estad preparados para negociar, pero también para que se salten las normas. Es algo normal de la edad, lo que no significa que lo podamos consentir.
Dependiendo del sexo también hay riesgos diferentes. Por ello, haré una entrada para hablar de algunos problemas más frecuentes con las chicas y otro para hablar de los de los chicos. Puede sonar políticamente incorrecto, pero es la verdad.
Volviendo a esta entrada, me gustaría hablar de algunas directrices generales que pueden servir para ayudar a nuestros hijos a evitar meterse en líos a través de internet.
1. No cuelgues en internet nada que no pondrías en el tablón de anuncios del instituto con letras de neón.
Los chavales no suelen ser muy conscientes de lo fácil que es acceder a lo que cuelgan en internet y "como todos/fulanito/mis amigos lo hacen...". Y el precio puede ser alto para su autoestima si la foto inadecuada cae en manos del graciosillo del instituto o si un comentario que hizo se saca de contexto para hacerle daño.
Es importante enseñarles a utilizar las limitaciones de privacidad de las redes sociales, pero más aún aconsejarles que no cuelguen cosas privadas o comprometidas en internet. Ése es el único modo que garantiza realmente que no acaben en las manos equivocadas (y no dudéis que, en ocasiones, las manos en las que no querrán que algo acabe serán las nuestras).
2. No aceptes a nadie que no conoces en persona en tus redes sociales.
Esto puede ser bastante difícil de conseguir, en tanto las redes sociales suelen utilizarse para conocer gente nueva. Sin embargo, hemos de hacerles comprender que hay personas que se hace pasar por otras para tener acceso a gente como ellos en internet; y no con buenas intenciones. Es prudente que, si alguien dice que tienen amigos en común, antes de aceptarlo se pongan en contacto con esos amigos y averigüen de dónde ha salido esa persona, quién es y por qué quiere estar en contacto con ellos. Y, ante la duda, mejor negarle el acceso a nuestras redes.
3. Nadie tiene 500 amigos.
"Quien tiene un amigo, tiene un tesoro."
En la vida, el número de amigos es limitado y un amigo de verdad es algo por lo que merece la pena luchar. Pero los amigos son fruto de trato y dedicación, cosas que en las redes sociales se diluyen.
Una persona puede tener 500 contactos, pero no 500 amigos. Es así de sencillo. Por tanto, merece la pena reflexionar sobre el uso que damos a las redes sociales, la cantidad de gente que dejamos entrar en ellas, los perfiles que asignamos a cada una y qué queremos que vean y que no; porque la privacidad es algo importante que bien vale tener cuidado.
4. A las personas se las conoce cuando se las tiene cara a cara.
A través de internet, podemos entrar en contacto con personas de todo el mundo y, sin embargo, no podemos decir que conocemos a alguien con quien nos hemos limitado a interaccionar a través de una pantalla.
Yo soy la primera que he entrado en contacto con personas estupendas a través de internet, pero también personas muy raras con las que no tengo intención de volver a cruzarme.
Al final, para conocer a alguien, hay que "desvirtualizarlo", y puede ser un proceso duro, en la medida en que podemos descubrir que la persona que creíamos conocer era una "máscara" o que, detrás de lo que nos dejaba ver, hay otras que nos estaba ocultando y que eran importantes.
5. Nunca, nunca, nunca "desvirtualices" a alguien a solas o en un lugar privado
Cuando "desvirtualizamos" a alguien, hay que hacerlo siempre en un lugar público, a ser posible en gran grupo. Es importantísimo no dejarse llevar a un lugar privado donde podamos ser victimizados de alguna forma. También es bueno hacerlo en "territorio neutral", sin dar datos concretos sobre dónde vivimos o estudiamos, porque aún no conocemos a esa persona y el proceso de conocerla debe hacerse del mismo modo que alguien a quien acabamos de conocer en un bar. Da igual que te hayas pasado horas, días o años hablando con alguien por chat o a través de foros, a las personas hay que conocerlas despacito y en la vida real.
6. Jamás des tu contraseña a nadie, ni siquiera a tus amigas o a tu novio
Hace tiempo vi un reportaje en el que explicaban que, entre los adolescentes, se había puesto de moda compartir contraseñas entre novietes.
Es un gran error compartir las contraseñas con otra persona, por mucho que creamos que es el amor de nuestra vida.
Nuestra contraseña limita el acceso a nuestra privacidad (a la que no tenemos porqué renunciar porque tengamos pareja, y es algo que no tienen derecho a pedirnos y sobre lo que no debemos consentir) y protege nuestra identidad, lo que también protege a otros de posibles engaños de terceros utilizando nuestro nombre.
Nuestra privacidad también incluye la privacidad que compartimos con otros, como nuestra familia a nuestros amigos. Igual a ti no te importa que tu novio lea tus emails, pero quizá a la amiga que te está contando un problema no le apetece que él lo lea.
Y, por supuesto, está el tema de las rupturas. Casi nadie acaba compartiendo toda su vida con la novieta del insitituto (ni los meses venideros). Las parejas de adolescencia suelen durar poco y las rupturas ser muy dolorosas, especialmente cuanto más se haya entregado a la otra persona. Dejar en manos de nuestros ex las contraseñas no parece una buena idea.
7. Tienes derecho a pedir que alguien rectifique.
Exponer información tuya en internet no es un derecho de nadie. Si alguien pone algo sobre ti que no quieres que sea público, tienes derecho a pedir que lo eliminen. Por supuesto, si además es falso, con mayor razón.
Los pasos a seguir para pedir una rectificación son sencillos: Pedírselo a quien lo ha colgado, (si eso no funciona) pedir a quien aloja el contenido (facebook, google+, blogger, tweeter...) que elimine el contenido conflictivo por falta de autorización por tu parte, interponer una denuncia en la policía.
Yo he conocido personas que han sufrido acoso a través de las redes sociales, entornos personales y cuyos jefes han recibido emails de sujetos muy dudosos profiriendo todo tipo de difamaciones. En casos como ése, mejor dirigirse directamente a quien aloja al contenido y, justo después, a la comisaría. No dejéis que los delitos en internet queden impunes.
8. Lo que dices en internet tiene impacto real en la vida de las personas.
Cuando educamos a nuestros hijos sobre el uso de internet, no sólo debemos preocuparnos por cómo afectan sus acciones o las de otros en su vida, sino también en cómo afectan sus acciones en la vida de otros.
Nuestros hijos no sólo pueden ser víctimas, también pueden convertirse en agresores utilizando la red.
Un insulto o difamación en la red es más grave que en persona, porque las palabras soltadas al viento el viento se las lleva, pero una foto o una historia truculenta en internet queda ahí, a la vista de todos e, incluso peor, puede convertirse en una información que va de mano en mano, adquiriendo dimensiones virales, si no a nivel de red, sí de entorno social de una persona.
Quizá nos demos cuenta de nuestro error y queramos rectificarlo, pero si la información ha sido copiada o utilizada por otra persona, ya no estará en nuestras manos devolver la fama a esa persona.
Si en la vida real hemos de ser respetuosos, en internet hemos de ser exquisitos.
En entradas venideras, hablaré de algunas situaciones peligrosas a las que las chicas son más proclives y, en la que venga después, los problemas más frecuentes con los chicos.
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