sábado, 21 de julio de 2012

Felices sueños

Hace unas semanas, fue el Día Mundial del Sueño Feliz. Básicamente, un movimiento para denunciar la ignorancia que existe en torno a los daños que puede causar dejar a los bebés llorar hasta la extenuación.

Si eso fuera todo, quizá yo me hubiera sentido incluida y, hasta cierto punto, me sentí.

Sin embargo, la idea que me llegaba de todos los lugares que leía es que se trataba de la fiesta del colecho. Todo lo que leí parecía plantear una dualidad llanto-colecho y eso no dejaba sitio para mí (y supongo que tampoco para muchos otros padres).

¿Es el colecho la única alternativa a dejar llorar al bebé?

La respuesta correcta es no, y hablo por mi propia experiencia.

Nosotros leímos algunas cosas en su día. Me negué a leer a Estivil, pero tampoco quise leer a Carlos González.

Leí cosas sobre colecho y leí cosas sobre "llanto humanizado". Ninguna de las dos encontró lugar en mi forma de evolucionar como madre.

Alguna vez he dormido con mis hijas y debo decir que más bien he "dormitado". No me preocupa aplastarlas, pero me aterra que se caigan de la cama. Dormida no sabría si se han dado la vuelta y han caído por los pies de la cama (y con lo que se mueven mis pequeñas, no es descabellado).

La alternativa podría ser poner el colchón en el suelo, pero no he encontrado la idea lo bastante sugerente para implementarla en casa (alguna vez nos hemos organizado así durmiendo fuera de casa).

La parte de llorar, por muy humanizado que sea, me agobia; así que se cayó por su propio peso.

Entonces, ¿hemos tenido un "Sueño Feliz"?

Quizá nos ha costado más esfuerzo que si hubiéramos colechado o dejado llorar a las peques. Creo que, desde ese punto de vista, elegimos la opción menos eficiente. No obstante, pienso que nuestro sueño ha sido feliz.

Mis hijas han dormido al pecho (la pequeña aún lo hace) mientras han querido. Cuando no era al pecho, era en brazos (Pirañita disfruta aún de este privilegio de cuando en cuando, a pesar de sus más de 13 kg.). Y, aún hoy, a falta de algo mejor, tiene la presencia de su padre o las canciones de su madre.

Ocasionalmente, la dejamos sola. Y se queja. Y, a veces, deja de quejarse y se duerme. Y, a veces, empieza a llorar y sus papás van al rescate.

Como la opción de dejarla sola suele responder a la necesidad (cuando tienes dos no siempre es lo que querrías), parece que se muesta medio-tolerante. Y digo "medio" porque es "a veces sí, a veces no".

Cuando es que sí, fenomenal. Cuando es que no, qué se le va a hacer, si ella también es un bebé.

Lo que más me gusta de dormirlas es ese momento en que te das cuenta de que se han quedado "blanditas" y sientes su respiración pausada, la tranquilidad reinante, sus rostros relajados... y piensas: "Si pudiera congelar un momento, sería éste."

A veces es duro, pero no entiendo cómo alguien puede elegir cambiar esos momentos mágicos por una llantina de aúpa; a menos, claro, que les hayan engañado diciendo que si no lo hacen así, harán daño a su bebé. Y esa mentira debería ser puesta en evidencia y castigada, por el daño que hace a los niños y, además, la experiencia maravillosa que roba a esas familias.

Igual, el año que viene, me animo a participar en el Día Mundial del Sueño Feliz, si siento que hay sitio para mí.

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