Con estas palabras exigía su hermana mayor que mi pequeñula se acercara al folio que había estado pintando ella y al que había dado la vuelta.
Mamá puso una cera marrón en la mano de la interpelada y dejó que el momento fluyera. Fue mágico ver cómo tenía claro lo que quería e iba dando lapicerazos a diestro y siniestro, hasta enlazar unos cuantos trazos.
Entonces, Pirañita no pudo soportar más el emocionante protagonismo de su hermana y le pegó un empujón para hacerse con la hoja en exclusiva y colorear con su cera azul.
Conformándose con su suerte y la admiración de su madre por su gran logro, Cachorrito se quedó sentada rechupeteando la cera que tan buenos resultados le había dado.
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