En realidad, siempre he pensado que todos los que acaban colechando lo hacen tras un proceso de insomnio prolongado y privación de sueño extrema, como un modo de intentar sobrevivir, no ya con cordura o dignidad, sino con un resto de humanidad; a la dura maternidad de un bebé que no permite el imprescindible reposo de sus padres (bueno, a veces de su padre sí...).
Seguro que habrá excepciones y, cuando hablamos de hijos de repetición (segundos y subsiguientes), un "si funciona no lo cambies", que esas cosas haberlas hailas.
Pero la mayoría llegamos a este punto en nuestra desesperación, tras noches sin dormir y días de "en sueño". Incluso algunas lo hacemos tras haberlo probado antes sin éxito porque, si a otros les funciona, será que la vez anterior lo hice mal.
9 meses hemos tardado en conseguir que mame con Mamá tumbada. ¿Nuestro error? Pretender que lo haga del pecho de abajo.
Mi hija es como un perrillo, se encarama con las patas delanteras y se engancha al pezón superior, mientras empuja con los pies hacia delante. Y es que ese empujoncito era igual cuando lo hacía tumbada y, claro, acababa perdiendo el pezón, que no parecía interesado en ver mundo. Sin embargo, en la nueva posición, llega la amiga gravedad (esa que se pasa el día haciendo que se pegue unas culadas y trompazos estupendos) y pone a cada uno en su sitio, incluidos boca y pezón, que siguen en armónico acoplamiento.
Y, de ahí a dormir acurrucada a Mamá, hay menos de un paso.
Por supuesto, que la sufrida progenitora duerma no es un objetivo, pero estar horizontal puede ser suficiente premio, aunque te arrinconen contra el borde de la cama y no sepas dónde meter los brazos, que parecen no encajar en ningún sitio.
Pero estar tumbada en un constante duerme-vela es mejor que tener la misma situación sentada, con el bebé en brazos y pegando unos cabezazos que ni un reno en época de apareamiento.
No es idilico, pero algo más dormimos. Y, cuando duermes menos que una lechuza con insomnio, eso ya es mucho.
Y, que nadie se engañe, la niña ni nos toma el pelo, ni nos ha ganado una batalla ficticia. Aquí la ganadora soy yo, que, aunque incómoda, algo duermo.
¡Y que me quiten lo "roncao"!
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