viernes, 12 de octubre de 2012

El apasionante mundo de la educación en casa

La educación en casa, o homeschooling, es algo que descubrí hace años sin buscarlo, pues había una familia a la que estaban juzgando en España por presunto absentismo escolar. La familia ganó el juicio y ahí terminó la historia para ellos, pero no para mí.

Desde entonces, me he topado con noticias varias sobre homeschoolers y he leído algo sobre lo que tienen que decir. Además, he descubierto que, aunque en España es una opción minoritaria, casi desconocida y alegal; en otros países es una realidad reconocida e, incluso, bien considerada por parte de instituciones educativas como las universidades, que ven cómo las personas que han sido educadas de este modo destacan en autonomía, creatividad, capacidad emprendedora...

La idea me atraía, pero, ¿quién tiene el tiempo, los recursos y, por qué no, el valor de coger a sus hijos, quedarse con ellos en casa y ser padres y además maestros?

Siempre pensaba que me encantaría dar ese tipo de educación a mis hijos, pero lo veía como una aspiración inalcanzable.

Ahora lo estoy haciendo realidad.

No lo he buscado, pero ha venido a mí.

Mi reducción de jornada era vista por mi empresa con malos ojos y, para estar de malas, decidí prolongar mi excedencia.

Ahora, no sé cuándo volveré a trabajar, puede ser después de Navidad, el año que viene o en un futuro menos claro; pero ya no importa. Ya sé lo que quiero y lo que estoy haciendo.

He tomado las riendas de la educación de mis hijas y no sé a qué puerto nos llevará. Ése es uno de los atractivos de esta aventura.

Y no, no digo que no vaya a escolarizar a mis hijas, sólo digo que no es la única opción y que, incluso haciéndolo, quiero que el colegio esté al servicio de la educación de mis hijas y no las revés.

De hecho, ¿no se supone que ésa es la función real del colegio? Entonces, ¿qué estamos haciendo mal para que no sea así?

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