lunes, 7 de noviembre de 2011

Chocolatea tu vida

Se supone que los niños no deben tomar chocolate, como mínimo, hasta el año. La nuestra ha decidido que esas recomendaciones no van con ella.

Su primera experiencia con el chocolate fue a los 9 meses, un día que habíamos quedado a comer en un restaurante con unos amigos. Estábamos tomando el postre y la niña estaba un poco pesada, así que su padre se la sentó en el regazo. Estábamos charlando y, de repente, su padre empezó a gritar: "No, no" y a intentar sacar algo de la boca de la peque. Al parece, en un movimiento automático, había metido la cuchara de postre en su plato y se la había metido en la boca a nuestra Pirañita, sin darse cuenta de lo que hacía.

Conclusión: Nuestra niña acababa de probar la tarta de chocolate. Y no, mi marido no consiguió que le devolviera ni las gracias.

Después de eso, aunque no le había sentado mal ni nada, decidimos esperar todavía unos meses para introducir oficialmente el chocolate, ya que es un estimulante.

El caso es que un día estaba yo en la cocina con la niña y, cuando me di la vuelta, me la encuentro sentada en el suelo, con un paquete de cereales abierto, cuyo contenido estaba desparramado por el suelo, y ella seleccionando y comiéndose unas bolitas de chocolate que tenían lo cereales, apartando estos, que estaban mucho menos ricos que el tesoro que acababa de descubrir.

Aún así, no nos rendimos y decidimos vivirlo como un hecho aislado.

Un tiempo después, consiguió abrir un paquete de virutas de chocolate que yo guardaba para una ocasión especial y que había dejado en el salón. Mismo procedimiento: Apertura, desparramamiento y voraz ataque al chocolate.

Una vez más, no nos rendimos. Un hecho aislado. Nada de lo que preocuparse.

Hace un par de semanas, el evento de los cereales se repitió, esta vez con unos copos de trigo con chocolate que se estaba comiendo como si no hubiera un mañana.

Aquí ya nos rendimos. La niña come chocolate y ya está. No le dejamos abusar, pero le damos cosas que tiene chocolate y ella tan contenta. De hecho, hemos descubierto que la leche de fórmula, que no quería ver ni en pintura, ha cobrado un nuevo atractivo al añadirle una pizca de cacao.

No hay mal que por bien no venga.

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