domingo, 4 de noviembre de 2012

Ya no volverán...

Ayer le di el relevo al Superpapá, porque Pirañita no se dormía ni a tiros. Así que entré, le pregunté si iba a dormir, me dijo que no, le expliqué que estaba allí para ayudarla a dormirse y que, si no iba a dormir, no me correspondía estar allí y salí un momento de la habitación.

No había salido de la habitación cuando empezó a quejarse, así que volví después de intercambiar impresiones con su padre. Le pregunté si iba a dormir y me pidió brazos.

La cogí en brazos y nos sentamos en el sillón. Habitualmente, busca posturita y, como no acaba de estar cómoda, me pide que la devuelva a su cama. No fue el caso.

Se acurrucó con la cabeza en mi hombro y decidí empezar a contarle algo. Le dije que iba a ser su cumpleaños dentro de poco más de una semana, que ahora tenía un año e iba a pasar a tener dos, porque haría dos años del día en que nació.

Empecé a contarle cómo fue aquel día. Ella estaba en la tripita de mamá y era un bebé muy chiquitín. Mamá la quería mucho. Le conté cómo rompí aguas, que fuimos al hospital, que Papá estuvo a nuestro lado, que la queríamos mucho, el susto que nos dio tras la epidural, la vuelta de cordón, el miedo a no ser capaz de sacarla, lo bonita que era cuando me la pusieron encima, la ilusión con la que lloraba su padre, c porqué la llamamos Pirañita... Y una y otra vez repetía lo guapa que era, lo mucho que la quería...

Estaba sentada en el sillón en el que la he dado de mamar tantas veces, la he dormido tantas noches, le he cantado tantas canciones...

Pero ya es grande. Ya es casi hasta mayor. La tenía en brazos, pero ya no cabe en mi regazo. Hace un año que nos destetamos. Ya no tengo ni fuerza para pasearla.

Me pidió que le cantara. Elegí una canción del repertorio y me dijo que esa no, que quería una nueva. Pensé un poco, porque lo que pedía no era fácil y elegí una que hacía mucho que no cantaba.

Se estaba durmiendo cuando se despertó su hermana y su padre entró para darme el relevo.

Pirañita se resistió. Estábamos tan a gusto... Pero no había negociación posible.

Cambié de cuarto y de niña. Me puse a Cachorrito al pecho y me dejé llevar por el hilo de pensamientos que había comenzado en el otro cuarto.

Miré a mi pequeña, la sentí. No hacía tanto que mi hija mayor era así. Y eso que Cachorrito está enorme.

La recordé pocos meses antes, pequeña, calida, frágil, tierna... Y la eché de menos.

Supe que ese momento era especial, como todos los que pasamos juntas. También supe que no volvería, que dentro de nada recordaré estos momentos como "cuando era pequeñita" y que, antes de poder darme cuenta, estará como su hermana.

Entonces me pregunté si, al igual que yo hago con ellas, mis padres me miran alguna vez a mí con esa ternura que no se puede explicar y añoran aquel tiempo en que la bolita rechonchita era yo y los brazos eran los suyos.

Estoy segura de que a mí me pasará cuando mis hijas tengan mi edad.

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