lunes, 16 de julio de 2012

Adiós, Papá

Llevamos una temporada en que nuestra hija mayor ha vuelto a dormir con uno de nosotros a su vera. La tradición (y la necesidad) dicta que sea su padre, sin embargo, ella no lo ve tan claro.

Sale del baño y localiza a Mamá. Si está dando de mamar al bebé, hay poco que rascar, así que no insiste mucho; pero, en cuanto Mamá sale de su habitación, su rádar lo detecta y comienza la ofensiva.

Empieza con "mamá"s al viento, seguidos de alguna excursión al baño (todo el mundo sabe que la agenda oculta de la Mamá incluye ducharse). El ataque comienza con mimos zalameros, abrazos y negativas rotundas de volver con el Papá.

"Mamá, Mamá", afirma rotundamente, mientra despide con la manita a su pobre padre.

Se mete en su camita y señala con insistencia el sillón que hay al lado, para que no quede duda. Y, por si nos confundimos, echa al Papá inmediatamente si se apodera del "asiento reservado".

A veces se queda lloriqueando y quejándose amargamente si no consigue lo que quiere y, en general, creo que tarda más en dormirse, porque, mientras esté despierta, hay posibilidades de que Mamá sustituya a Papá.

No creo que nos eche un pulso, ni nada por el estilo; es sólo que está pasando una fase de sentirse más demandante conmigo; quizá porque en su relación con su padre no se siente tan desplazada por su hermana, como en mi caso. Y, como fase que es, pasará.

Cuando podemos darle gusto, no veo por qué no hacerlo. No creo que haya que negar cosas a los niños sólo por fastidiar o con algún anodino afán de demostrar nuestra superioridad y poder. (¿A qué complejo responde este último comportaminto? A uno del niño no tiene pinta...)

Y, bueno, cuando no cuadra, pues no cuadra; que dormir con su Papá es maravilloso, que lo sé yo.

"Que sí, Mamá; pero tú siéntate ahí y dile a Papá que le quiero mucho y ya nos vemos mañana por la mañana."

No hay comentarios:

Publicar un comentario