sábado, 16 de junio de 2012

Vida laboral y vida familiar, ¿irreconciliables?

Hoy leía en Me gusta ser mamá una entrada en la que comenta los sentimientos encontrados que le suponen un ascenso laboral de una amiga suya, al reincorporarse de la baja de maternidad.

La entiendo perfectamente. Yo tenía un trabajo que me gustaba antes de mi primer embarazo. Viajaba mucho, básicamente. Pero, ya con el embarazo, empezaron a reducirme los viajes y, al reincorporarme, dije que no quería viajar para poder mantener la lactancia. La lactancia se solapó con mi segundo embarazo y hasta hoy.

No me despidieron, no me degradaron, pero dejé de hacer tabajo de campo para sentarme en una mesa a pasar horas haciendo documentos sobre cómo hacer ese trabajo de campo. Un peñazo, necesario para la empresa, pero infumable.

Mi maternidad cambió mi vida laboral para pasar de tener un trabajo que disfruta, a un curro que me aburre, pero que, como están las cosas, no es fácil dejar (especialmente si tenemos en cuenta que disfruto de una maravillosa reducción de jornada).

Seamos francos: La teoría dice que no, el corazón desearía que fuera mentira y pretendemos luchar contra ello; pero, en la práctica, algunas tenemos que elegir.

Una compañera que tuvo a su hija un mes y medio después que yo la mayor me preguntó si me sentía realizada. Mi respuesta fue un sí rotundo y aclaré: "porque salgo de aquí, recojo a mi niña y puedo estar con ella toda la tarde, todos los días".
"¿Y profesionalmente?"

Ella aceptó meterse un viaje de un mes al reincorporarse de la escedencia que le había permitido estar en casa hasta que su peque tuvo 9 meses. Y tiene mérito, porque consiguió seguir dando el pecho a la vuelta, que es algo por lo que yo no habría dado dos duros (no creo que yo lo hubiera conseguido).

Conozco mucho casos de todo tipo, incluidos los polémicos causados por algunas madres en política que han salido del paritorio para irse de campaña, como quien dice.

¿Y quién soy yo para juzgar a nadie?

Yo he elegido renunciar a ciertas cosas por mis hijas, no a trabajar,  pero sí a disfrutar de lo que más me gustaba de mi trabajo. Es una elección libre, claro, pero no agradable.

Y no, no echaré de menos mi antiguo trabajo algún día. Lo hecho de menos ya, y antes de mi último parto, y tras el primero, y durante el tramo final de mis embarazos...

Cuando mis compañeros hablan de los proyectos en que trabajan, de los sitios a los que viajan, de las cosas que comen, de la gente que conocen, incluso de los problemas que tienen que superar; pienso: "Podría ser yo".

Sin embargo, miro el fondo de pantalla en el que hay una foto de mi pequeña familia y pienso: "Pero menos mal que no soy".

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